El estreno de Tannhäuser de Richard Wagner en París fue de lo más sonado, y no precisamente por la maravillosa música de la ópera sino porque fue un fracaso.
Wagner tenía muchas esperanzas puestas en ese estreno parisino de su ópera Tannhäuser. Contaba con un maravilloso teatro, grandes intérpretes, orquesta de primera clase, fantástico vestuario y…las costumbres parisinas.
Nos vamos a explicar.
En la Opera de París siempre que se representaba una ópera había un ballet. Pero este ballet estaba situado lo más cerca posible de las diez de la noche. La razón de esa ubicación era que una gran parte del público más selecto que asistía a la representación solía cenar en el Jockey Club, y llegaban al teatro sobre poco más o menos a las diez de la noche, y lo que querían ver al sentarse en sus butacas era el ballet.
Pero no sabían quién era Wagner.
Wagner puso un ballet, claro que sí, acto seguido de la Obertura, o sea, a los diez minutos de iniciada la representación, con lo cual, al llegar los del Jockey Club, se encontraron que ni ballet ni nada. Y allí empezó la tragedia, abucheos y burlas no cesaron acompañando a la música hasta finalizar la obra. Duró tres días en cartel y tardó treinta y cinco años en volverse a representar.
Wagner no sabía quién era el público parisino.
Realmente los del Jockey Club se habían perdido una de las Oberturas más bonitas que se han escrito. Por tardones.
Obertura.
Ballet