«Cuando J.S.Bach era cantor en la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig hubo un momento en el que se sintió un poco cansado de la rigidez que suponía dicho cargo, ya que él deseaba componer otras cosas al margen de la música religiosa. Junto con otros músicos formó entonces el Collegium Musicum que posteriormente pasó a dirigir. Hasta aquí nada raro. La gracia de esos encuentros era donde daban sus conciertos, ya que era ni más ni menos que en un café. Exactamente en el Café Zimmerman de Leipzig. Ya entonces los cafés tenían la misma función que tienen ahora: eran los lugares en los que la sociedad del momento se reunía para charlar y pasar el rato. Si los clientes de dicho establecimiento guardaban o no el silencio que se hubiera requerido en una sala de conciertos es algo poco probable, pero nos quedaremos con la incógnita. Tal vez si hubieran sabido quien estaba poniendo música de fondo a sus reuniones y lo que iba a suponer para el mundo de la música en un futuro hubieran enmudecido de golpe.
La música tiene un tinte cómico y alegre. También se puede ver una crítica hacia el autoritarismo paterno y una visión un poco más moderna y abierta del papel de la mujer, algo que empezaba a dar sus primeros pasos en algunos lugares de la Europa del siglo XVIII.»Bach – Cantata del cafe – The Amsterdam Baroque Orchestra & Choir
Por aquél entonces escribió las Cantatas Profanas y para este establecimiento, más concretamente, la Cantata del café BWV 211. El libreto fué escrito por Picander, seudónimo de Christian Friedrich Henrici, poeta nacido en Dresde. Trata del enfrentamiento entre un padre horrorizado porque su moderna hija ha adquirido el mal hábito de tomar café (¡sorprendente!). En dicho libreto era el padre el que salía victorioso de la trifulca, pero J.S.Bach le dió un giro a ese final y en él, és la hija la que se acaba llevando el gato al agua.