Como librarse de un tenor es una de estas anécdotas, chafarderías o curiosidades que se cuentan en torno al mundo de la ópera, y supone un paréntesis de carácter ligero, en el repaso que estamos haciendo a la historia de la música estos últimos días.
La anécdota se cuenta, pero desconocemos si es absolutamente real, vaya esto por delante, pero cuanto menos es ingeniosa.
Se dice que a mediados del S XX, en la Ópera de Augsburgo existía un elenco de cantantes más o menos fijo en todas las temporadas. Pues bien, entre ellos había un tenor que no era nada querido por el público habitual del teatro. Resulta que los aficionados augsburgueses se enteraron de que dicho tenor tenía un compromiso en otra ciudad donde iba a a cantar, si tenía éxito era más que probable que en dicho teatro quisieran que se quedara con ellos y abandonara sus compromisos con el teatro de Augsburgo.
Así pues, ¿que hicieron los aficionados de Augsburgo?, pues se dedicaron a comprar en masa todas cuantas localidades pudieron para asistir al debut de «su» tenor en el otro teatro, se cuenta que hasta fletaron algún medio de transporte para facilitar el desplazamiento.
El tenor (del cual, evidentemente, no ponemos el nombre), cantó, y cantó bastante penosamente, pero al final de su actuación fue acogido por tal salva de aplausos y vítores, que los responsables del teatro creyeron que gozaba del aprecio y popularidad entre el público, así que para no dejarse escapar a un cantante que prometía tanto entusiasmo, se apresuraron a ofrecerle un contrato. Así fue como en Augsburgo se libraron de un tenor al que no deseaban oir más en su teatro de ópera. El tenor feliz por el «éxito» obtenido y los augsburgueses todavía más.