Entre la música instrumental del maestro de Pesaro, las Sonate a quattro -escritas cuando sólo tenía 12 años- son las que mayor acogida han tenido entre músicos y público en general. Escritas originalmente para cuarteto de cuerda son casi más conocidas en arreglo para orquesta. Ya en época del compositor gozaron de gran popularidad como lo demuestra que cinco de las seis sonatas originales fueron arregladas para quinteto de viento por Frédéric Berr, clarinetista contemporáneo de Rossini.
Rossini eligió un cuarteto de cuerda formado por dos violines, violonchelo y contrabajo dejando fuera la viola. Este hecho confiere a la música una mayor robustez y hace que los dos violines destaquen excesivamente en el conjunto. Aunque el joven compositor se preocupó de mantener el equilibrio dando al violonchelo y al contrabajo varias frases protagonistas, a menudo se echa en falta una voz intermedia que equilibre y una ambas partes.
Estas sonatas son obras de gran vitalidad y también cierta melancolía. Muy agradables al oído y llenas de melodías que suenan familiares demuestran la facilidad de Rossini para la línea melódica y, por otro lado, su conocimiento de los maestros del pasado a tan temprana edad. El hecho de que el propio compositor renegara de estas sonatas en sus años de madurez, ha provocado un cierto menosprecio hacia estas obras. Está claro que es música de salón sin grandes aspiraciones pero espontánea, juguetona y rica en ideas.
Sonata a quattro en Do mayor – Frankfurt Strings Ensemble
Sonata nº 1 en Sol mayor – Musicus Kameralisce