De vez en cuando, recibo algunos regalos que tienen el sabor de esos juegos «del amigo invisible». Son regalos en forma de comentarios sobre música que unas veces son anécdotas, otras crónicas, otras…. Regalos tan agradables que me han animado a abrir una nueva sección que voy a llamar el amigo invisible y que hoy se inicia con esta bonita anécdota que «copio y pego»:
«Resulta que un día estaban reunidos Haydn y Mozart. Los que estaban con ellos hablaban de la facilidad que ambos tenían para la composición, creándose un ambiente en el que ambos eran los protagonistas. En ese clima festivo, Mozart apostó con Haydn una caja de champán a que éste no era capaz de tocar una pieza que iba a componer en aquel mismo instante. Haydn aceptó la apuesta. Mozart compuso una breve melodía. Haydn se sentó al piano y empezó a ejecutarla hasta que llegó un momento en que dijo «no puedo seguir». Tenía una mano en cada extremo del teclado y en la partitura se marcaba una nota que se encontraba justo en el centro: ¡imposible tocarla!. Mozart se sentó entonces al piano y empezó a tocar, y cuando llegó al momento crítico de la nota central, lo solucionó tocándola con la punta de la nariz. Ante tal genialidad, Haydn pagó gustoso la caja de champán.»
Fuente: Mi amigo invisibleDicen que cuando Haydn visitaba Viena y visitaba a Mozart, ambos solían interpretar en un cuarteto de cuerdas. De ahí, que acompañe estas líneas el primero de los cuartetos de cuerda que Mozart dedicó a Haydn, K 387, que se han interpretado como una respuesta a los cuartetos de cuerda rusos que Haydn compuso algo antes.
Mozart String Quartet in G Major, K.387